martes, 30 de mayo de 2017

XANDRA ORIVE [20.159]


XANDRA ORIVE

México. Autodescubrimiento, erotismo y poesía. A los 12 años, Xandra Orive encontró el amor y el dolor de su primera desilusión, pero al mismo tiempo también descubrió la poesía: “Desde chiquita ya sufría (ríe). Mi duro olvido lo escribí en primero de secundaria. Siempre he sido muy enamoradiza, por eso no me sorprende.

“Desde chiquita escribía mis amores, desamores (...) era mi vía de canalizar mis emociones. Son mis mejores poemas porque eran los que menos pasaban por la mente, por los filtros y la ortografía y la corrección de estilo. Eran muchísimo más honestos; pero eso se va perdiendo conforme vas encontrando tu voz como escritor”.

Xandra, de 38 años, es poeta y dramaturga. Estudió actuación en CasAzul, donde descubrió el teatro para decantarse posteriormente por la escritura. En el 2012 forjó la compañía Onírica Escena, donde debutó también como directora con la obra Lluvia y tormenta. En su repertorio personal cuenta con obras como Los ausentes, Zona roja, Luna, Autorretrato inerte y Furia, entre otras.

Respecto de su vocación, Xandra comentó: “El arte siempre me ha gustado, siempre he leído muchísimo. En mi casa materna siempre ha habido libros, montañas de ellos; siempre estuvo pegada al arte (...) literatura, música clásica, pintura (...) Todo eso genera un espacio de creación y una necesidad del alma que te va llevando hacia ciertas cosas”.

“Mi dramaturgia es muy poética. No me puedo separar, no son Xandra dramaturga y Xandra poeta. Mi voz no difiere de la dramaturgia y de la poesía. Siempre mis textos dramáticas son poéticos y de dentro de mi poesía hay una estructura muy ficcionada. Mi escritura es muy contemporánea porque en el teatro mi forma no es muy aristotélica. Creo que se nota en mi pluma de poeta que soy dramaturga y como dramaturga que soy poeta. Y es rico, como cuando dos hombres te encantan y quisieras meterlos en una licuadora”.

En su poesía, Xandra cuenta con influencias de Jaime Sabines, Julio Cortázar, Chuck Palahniuk, Virginia Woolf, Anaïs Nin, Teresa Wilms Montt, aunque ella, desde pequeña, se inclinó por la poesía erótica, como está plasmado en su poemario De cal, 
camas y viento (Amarillo Editores).

“Hay una diferencia entre erotismo y pornografía. Y mientras más he andado en el camino, el erotismo es una cuestión energética, una cuestión del alma, un camino de vida. En lo erótico no todo es sexual. Deja de ser genital. Es un espectro más rico en el cual uno puede moverse”.

Xandra sostiene que dentro de lo erótico ha encontrado a dios: “Sí puedes lograr del erotismo entrar a un nivel energético de ascensión y de encuentro contigo mismo y con todo y con dios.

Eso es muy rico, no es una cuestión de me voy en cama. Desde estar conmigo y estar con alguien es darme tiempo. El erotismo es un laberinto y mientras más te adentras más encuentras cuestiones de uno mismo. Y hasta cuestiones iluminatorias”.

En su ejercicio creativo, Xandra se aproxima a su arte como si fuera la primera vez, a ver qué encuentra. Está convencida de que al momento de que te etiquetas, eliminas las posibilidades: “En el momento en que esté buscando algo del erotismo, éste murió para mi. Así deberíamos entrar a todo, sin esperar”.





Cúrame

Quítate la sotana y envuélvela en mi nombre. Saca el púrpura que esconden esos ojos. La furia de las noches que no has vivido. Clava los colmillos en la esquina de mi escote.
Asáltame, arrincóname, aprésame.

Quítate los pecados y la orden. Introduce tus manos en mi lado oscuro. Dime lo que sueñas en las noches de luna húmeda. Abre cuidadosamente el cáliz de tu boca.
Búscame, bésame, bórrame.

Quítate el cuello blanco, recuéstalo sobre mi cama. Explora mis ganas, una por una. Métete al infierno tan sólo por una noche. Hazme, lo que no le has hecho a nadie.
Cávame, cálcame, cúrame.




Sonar

Hazme sonar como guitarra. Tómame del cuello. Cuenta nuestros besos entre acorde y acorde. Desmenuza mi partitura con la luz del alba. Afíname y no me dejes ir hacia ningún otro horizonte. Descálzame entre si bemoles. Desnúdame en una nota que me sostenga el ansia. Desliza tus dedos por mis cuerdas. Piérdete sobre mis curvas. Ordéname. Construye una letra sobre mis noches. Un coro. Un breve estribillo. Ensúciame con tus huellas. Acaricia mis trastes como si fueran pezones. Ensaliva mi montura. Resuena mil veces mi nombre. Tensa el mástil. Muéstralo erguido gracias a mí. Sumérgelo entre mis clavijas. Reinvéntame. Pósame sobre tu silla. Mírame de lejos. Haz que mi boca cimbre tu melodía. Cruza el puente que te lleve hacia mi pubis. Regístrame. Quita los pasadores de mi pelo. Méteme al estuche. Despéiname. Llévame de viaje. Compárteme tu cielo. Tócame.





Esa cama

Yo morí en esa cama. De cinco a once. Todos los jueves. Yo dejé en esas sábanas el alma. Me abrí como flor de loto dentro de las horas en las cuales yo decía que tomaba un curso para aprobar filosofía. Pasé de gusano a mariposa dentro de su colcha, blanca, nieve. Compartí dos de mis mejores años. Ésta rechinaba. Me acompañó a fumar mil cigarrillos.  Él, cuando me levantaba, le cambiaba las fundas. Yo quería volver a meterme. Perderme hasta ser viernes. Regalarle todas mis hadas. Morí en ella no una, cientos de veces. Me quité los prejuicios. Mezclé erotismo con llanto. Me disfrutó con cabellera corta. Con pelo largo. Me inauguró rasurada. Escuchó mi poesía. La nueva obra que comenzaba a escribir. Los momentos incómodos en los que le pregunté por ella. Cuando reí sin parar. Cuando juré que me iba. Cuando (siempre) regresaba. Morí en ella. Fue testigo de las múltiples maneras en las que mi piel se erizaba. Conoció toda mi ropa interior. Sabía que todo era más rico si yo ovulaba. Si yo cierro los ojos, ahora, la veo.                   Yo.                
 Yo morí en esa cama.




Santa

Me gusta imaginar que eres Santa. Que tu cabello largo embriaga. Que me puedo colgar en tus aretes. Que hueles a claveles blancos. Que ríes al igual que callas. Que despiertas a las cinco de la mañana. Que lo haces encendida. Que buscas en el lado vacío de tu cama. Que duermes desnuda. Que gritas cuando gozas. Que escurres como cascada. Que todos te desean. Que te entregas toda. Que en la cama no reservas nada. Que guardas monedas debajo de tu almohada. Que prefieres las botas. Que te pintas con labial rosa los pezones. Que cantas cuando el sol se esconde. Que desayunas café cargado. Que te gusta el sexo por las mañanas. Que dormirías entre mis piernas. Que besarías mis labios. Que te saldrían escamas. Que te irías de mi vida. Que te pediría mil veces que regresaras. Que te escribiría versos. Que nos engañaríamos con otros. Que me gustaría observarte. Que lo haría excitada. Que rasgaría tu ropa interior. Que lloras a veces por nada. Que llegas tarde a todo. Que sientes miedo al ser atada. Que desprecias a los que te persiguen. Que te gusta hacerlo con las luces apagadas.




De luces

Me inquieto al sentir sus palabras, penetrándome. Una lectura que alza, cuidadosamente, mis pecados. Los enfila para propulsarlos hacia el vacío que yace dentro de su boca. Ese, el que me engulle, completa.
Después: los dedos. Roban el olor de todos aquellos que estuvieron antes que él, como si quisiera exterminar cualquier imagen que pudiera interponerse entre la faena que se da al percutir su piel contra la mía.
En consecuencia, sus besos. Ignoran lo que no me atrevo a decir,  lo que él sacude, al igual que cuando se hinca la primer banderilla en el lomo de un toro, trémulo.
Todo trascurre hasta que mi cuerpo logra diluirse en la pared, sobre su brío, y la cama me devora para volver a escupirme, justo debajo de su pecho.                 Él carga mi suerte.
En ese segundo, inmaculado,  yo le ciño entre mis lunas, como una pinza,  desde un río rojo que emana del centro de mis piernas, que iguala la sangre que destilan las fauces del animal que cae rendido, a sus pies.
He muerto y él lo venera. He tratado de envestirle: la espada me ha dado el más anhelado éxtasis. Ese. Golpe certero. El que pulsa la muerte entrelazada entre la capa y su mano. En esos instantes, prohibidos, yo logro comprender que he nacido para ser una mujer de lidia.




Ayer

Ayer me toqué pensando en ti. Mis dedos eran lengua. Me alzabas la falda. Hervías al saber que no traía bragas. Te desmayabas sobre mi cornisa. Ensalivabas las ganas. Hundías las yemas de tus sueños en mi sexo . Tocabas mi clítoris con tus labios de nube. Me hacías gemir. Nombrarte. Tu sudor caía en la palma de mi mano. Yo, lubricaba tus versos. Ayer. Por la madrugada. Mi orgasmo tuvo tu nombre.




Ojos verdes

En el verde de tus mares quisiera descansar. Agotada. Después de lamer los montes de la Diosa.         En los atardeceres que despiertan tus pezones quisiera recostarme. Ahí. Silenciosa|mente. Guardando la temperatura de tu cuerpo. Junto a mí: una pupila. La calma de mil lenguas que crujieron dentro de mi garganta al gritar tu nombre. Has despojado a todos. Te has impuesto. Soberana. Reina de gemidos celestiales. Envuelve mi piel en los mechones de tu cabello. Largo. Como largas las horas que suceden en mi cama (si tú me habitas). Ven. Ven aquí para que te venere. Que tu piel de marfil brille con mis letras. Déjame incluirte en un capítulo oculto. De mi vida. Que nadie hable de esta historia. Que nadie intuya sudores, bocas rojas. La gula que desatas. Las ganas de comerte.            Viva.




Cartografía

Bienvenido al paraíso de mis sábanas. Yo te regalaré mil lunas. Abriré las piernas y te crecerán las alas. Abriré los labios y te nacerán mapas. Sitios de encuentro. Regresarás. Volverás para subrayarme. Trazarás un plano sobre mi (cuerpo). Una superficie que señale los puntos en donde me has bañado. De ti. La ruta de tu lengua -- cuando ésta logre desvanecerme --. Un fotomapa de tu boca que ubicarás sobre mi espalda.
Bienvenido a las noches que serán tus coordenadas. A la ubicación perfecta. Exacta. Híncame en la orilla de tu cama. Hazme relieve. Quiero humedecerme sobre ti. Sentir. El destino de tu            vuelo.   
Bienvenido a la Aventura.     
De tus vidas.





Conte de fées

Hagamos que nazcan las hadas. Tóquese. Piense en mí mientras lo hace. Deje que sus dedos sean mis labios. Llénelos de pretextos. Invíteme a su encuentro. Seré la doncella de la piel aperlada. Seré urgencia. Seré deseo.  Acortaréladistanciaentresucamaylamía.  Ahora. En este momento. Aparte mi ropa interior. Hágala a un lado. Míreme. Continúe tocándose. Esboce mi boca. Mis labios rosas. Mis manos. Yo, su miembro. Que su aroma me llegue (en un pequeño instante). Y yo me acerque a la muerte embriagada por ello. Que florezcan las mujeres mariposa. Que le produzcan espasmos en el cuerpo. Dedíqueme su ir y su venir. Bríndeme todas sus muertes. Ponga su firma y con esto: narre mi cuento.

®2014, Xandra Orive, "De cal camas y viento".




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La voz de esta poeta tiene sus elementos muy claros: una voz femenina que habla del amor y el erotismo a partir de la experiencia aunque sí se manifiesta un idealismo. La brevedad es una característica relevante pues esto permite que la idea generadora del discurso sea accesible para todo lector. Xandra construye con la poesía una relación con el otro en una de las necesidades vitales del ser humano, el amor.

Fernando Salazar Torres
Responsable de la selección





Agazapada
El tacto: híbrido
La boca / arena seca
Un archipiélago, incluso
Cayendo al vacío | en perfecta | línea recta
Asumo la vacuidad
Cual alma por habitar
Súmenme, entonces
A los muertos
En vida




Mis piernas / de terciopelo
Sobre tu tersa piel de gato pardo
Cultivando astros que se esconden
En el dilatar de tus pupilas
Abiertas para mis deleites
Quiero perpetuarme en ti
Como las curiosas, delicadas
Palabras de los libros
Donde ciertas creaturas, celestiales
Anidan
Encantadas




No necesito vestido, me elijo
Desnuda
Campiña de toda la poesía
Que he vivido…
Whitman entre mis pulcras alas
Neruda deslizando por mis piernas
Baudelaire ataviando mi espalda
Y Poe, azuzando mi oscuro vientre
Desnuda, sí
Para encarnar a todas las ninfas
Y dar paso a la vida del ajenjo
Que sube y baja, burbujeante
Mientras una mujer | que escribe
Se despoja de su indumentaria
Y de todas las palabras
Por puro gusto / gozo / gula




Libre
Como el vuelo de las odas
Eternas
Como la astucia del felino
Después de seis vidas
Ni una más
Como el canto velado de la aurora
Sobre los montículos
Imperceptible al ojo
Del reptil
Y al estruendo
De la tierra
Pero —siempre— libre
Tenazmente
Artilugio de nadie




Quémenle
Es el culpable de que mi pecho arda
Y mi sexo se cierre / enfurecido
No puedo otorgarle olvido
¡Desháganse de él!
Que su abatida imagen
Deje de acecharme
En cada luna
No le tengan piedad
Su piel no la tuvo conmigo




Un hombre que evoca una boca que gime una guía hacia cualquier precipicio una apertura con dientes y lengua y sonidos inquebrantables una ranura por donde se escurren un puñado de palabras blancas una caricia que se dispersa en versos y besos y huecos húmedos una boca sobre otra paraíso para todos los naufragios un océano de finas latitudes la boca de él única y otra boca roja que le busca para ahogar las ganas dentro de una marea de alientos nocturnos y crepúsculos con vuelos hacia ningún paraje un hombre que toca mansamente con su boca una mujer que se recuesta boca abajo horizonte de labios encendidos y dos bocas que danzan hacia la lujuria finalmente




Un escritor no tiene nada
Ni siquiera la poesía
Le pertenece
Al momento de empuñarla
Contra el muro
De la página en blanco:
Le atañe a todos




Me cortaré todos los dedos
Exceptuando el del corazón*
Esgrímelos como pinceles
Cultiva en ellos girasoles
Y que se gesten | estrellas
Entre la carne y cada uña
Para engalanar
El firmamento
De tus hoscas
Noches…

* Una disculpa, lo necesito. Solamente me quedaré el de la mano izquierda. Es cuestión de vida o muerte. Sería como darte el corazón y no, no puedo. El de la mano derecha puedes tenerlo, Vincent. Puedo darte cada uno de mis dedos pero no puedo darte mi vida. Recuerda que uno obsequia hasta donde uno puede. Y quiere.




Tu cabello involucrado con el viento
En una danza exquisita | casi eléctrica
Parecida a las nubes de mi corta infancia
Truncadas por los laberintos de la mente
Que —con suma urgencia— sugerían formas
Y yo me enredaba en la astucia de encontrar
Alguna imagen, como la punta de mis dedos
Que juegan | ahora | hebra con hebra
Hasta encontrar morfología y misterio
Quizá me entregue al ritual de trenzar
Algunos cuentos, ¿quizá breves?
Para situarme en lo efímero de la prosa
Cuando se utiliza para adornar
La suave cabellera de una Diosa
Sin ningún fin | más que el propio deleite
del instante




Pequeña nota para mí misma:
Atada a tu dedo, dejo esta consigna
Jamás vuelvas a hacer de un amor
Tempestad
Pues uno se puede ahogar
En un vaso de agua y es arriesgado
En demasía, créelo
Tragar más de tres peces
Al mismo tiempo, sin respirar
*Prohibido olvidar

*Nota a pie de página, que acompaña la pequeña nota para mí misma: Ningún pez fue maltratado al edificar este poema.








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